Este relato está basado en una historia real de un mundo con prisas. El olor a césped recién cortado por las mañanas, el azul del cielo, una mariposa que revolotea alrededor, la carcajada de un niño, un rayo de sol en mi piel en primavera. ¿Lo estás sintiendo?
¡Rápido! Que el trabajo apremia. Tengo que trabajar muchas horas para ganar más dinero. Necesito ganar más dinero para comprar más cosas. Tengo que tener una casa más grande para meter esas cosas y debo tener un coche de lujo que esté a la altura de mi casa.
¡Rápido! Tengo que ir a la piscina, a natación, a clases de repaso y a inglés para que mi hijo sea excelente. Así el día de mañana podrá comprar una gran casa y tener un gran coche.
¡Rápido! Tengo que colgar una foto en facebook y mostrar lo perfecta que es mi vida. Aunque eso suponga renunciar a saborear el momento.
¡Rápido! Debo cocinar, lavar, planchar, limpiar y recoger porque la casa no puede verse así.
¡Rápido! Necesito adelantar trabajo para poder tener una extra y comprar aquel móvil nuevo que se ha puesto de moda.
¡Rápido! Necesito mucho de todo para no ver lo nada que vivo.
¡Rápido! Así es como vivo, tan rápido que la vida pasa lenta mientras yo corro por ella y me pierdo su sabor. Y mientras corro me voy dejando atrás lo esencial. Lo intuyo, pero el miedo a no llegar me hace seguir corriendo a un ritmo frenético, que incluso a mi me deja exhausto.
¡No puedo parar! Todos corren y no quiero ser el último. Corro tanto que cada vez voy teniendo menos fuerza. Me siento cansado pero no puedo pensar en nada más que en no quedarme atrás. Empiezo a vislumbrar la meta y es justo ese momento el que me hace parar. ¡Espera!
¡Espera! Hoy será la primera vez que mi hijo diga la palabra "mineral".
¡Espera! Hoy será la última vez que se asombre por ver una mariposa.
¡Espera! Ha llovido y descubrirá el esplendor del arcoiris.
¡Espera! Será la última vez que mi hijo me pida que le arrope por la noche.
¡Espera! Ya nunca más se detendrá a ver como una hormiga sale de su hormiguero.
¡Espera! Es la última noche que dormiremos juntos.
¡Espera! Está aprendiendo a andar en bicicleta y ya nunca más necesitará que le sujete sin que se de cuenta.
¡Espera! Va a probar por primera vez el sabor de una fresa y será todo un descubrimiento.
¡Espera! Hoy conseguirá escalar ese árbol y su cara de satisfacción será lo más bonito que voy a ver nunca
¡Espera! Sólo quedan unos pocos años de juegos en familia antes de la hora de cenar.
¡Espera! Hoy será una de las diez tardes que pasaré leyendo cuentos y disfrazándome para verle sonreír.
¡Espera! Hoy será la última vez que tome teta.
¡Espera! Mañana ya no me necesitará para ponerse los calcetines.
¡Espera! Sólo quedan ocho ocasiones en las que le veré entusiasmarse por ver una mariquita.
¡Espera! No habrá otro atardecer como este para tirar piedras al río.
¡Espera! Será la última vez que nos detendremos a observar las nubes y buscar corazones en ellas.
¡Espera! Será la última vez que diga "teja" en vez de "ceja".
¡Espera! Nunca más cumplirá tres años.
¡Espera! Sólo irá cinco veces más a caballito mientras sus carcajadas iluminan mi corazón
¡Espera! Nunca más volverá a ser niño. Entonces miré a mi alrededor. Supe que no quería ser ninguna de esas personas. Ni la vecina que vive agobiada por poner lavadoras y padece a sus hijos, ni aquella famosa de moda que llena su vida con ropa, ni aquel que trabaja de sol a sol para conseguir ser un gran empresario.
A veces tienes la "mala suerte" de que algo te haga parar antes de ver la meta. Perderlo todo, una enfermedad, una separación, un accidente, un problema, una despedida... Ese momento en el que paras es justo aquel en el que te das cuenta de que has corrido demasiado, no te has detenido a admirar el paisaje. Los árboles con sus hojas bailando al ritmo del aire, el sonido del agua, el cielo de color azul intenso, el olor a primavera...
¡Estoy vivo! Yo sí voy a esperar. No me importa ir a destiempo ni renunciar. No me importa ser el último. No seguiré poniendo excusas, nunca más le diré ¡Deprisa! No pienso perderme más mariposas revolotear. Nuestro camino es una escala de prioridades. Cada uno elige su ritmo. Quizá he forzado el mío pero no pienso forzar el suyo. Él sólo sabe ir lento y yo aprenderé a caminar a su tiempo. Lo haré por mí y por él.
La infancia es tan intensa como fugaz. Los niños nos dan la oportunidad de revivir la nuestra. Aquel tiempo mágico en la que una tarde de bicicleta era lo mejor que te podía pasar y descubrir una mariquita en el parque era todo un hallazgo. ¡Probablemente la mejor época de nuestras vidas! Si corro se que me lo voy a perder y no quiero recorrer ni un metro más del camino sin admirar el paisaje.
Espera
Estas son las palabras que me ha inspirado un cuento precioso que nos llegó hace unas semanas a casa. Espera de Patio editorial. Un cuento que ilustra este relato de cosecha propia y que debería estar en todos los hogares con niños para recordar a los padres que deben esperar. Las prisas son el peor enemigo no sólo de la crianza, sino también de la felicidad.
Te dejo el enlace de compra a amazon del cuento por si a ti también te apetece empezar a esperar. :)
Te dejo el enlace de compra a amazon del cuento por si a ti también te apetece empezar a esperar. :)
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Qué bonito, me ha encantado :)
ResponderEliminarEn este mundo con prisas en el que vivimos, todos deberíamos de pararnos a esperar...
Gracias por la reflexión, Marta.
Feliz día!!
Qué maravilla de reseña. Nos encanta haber propiciado esta reflexión con este libro. Muchas gracias
ResponderEliminarQué libro más maravilloso!! Muchas veces me he sentido así, cuando tienes tres hijos sientes que de tanto trabajo no llegas a todo y no consigues disfrutar tanto de cada uno porque no te puedes partir en tres. Pero es muy importante aprovechar cada momento, por eso hay muchas cosas a las que ya no prestamos tanta atención y damos prioridad a tener momentos en familia de calidad sin pensar en lo demás. De tanta prisa y de tantas cosas que hacemos perdemos instantes de felicidad.
ResponderEliminarUn abrazo
Que bonito es lo que has escrito,me ha emocionado un montón el leerlo.Al final vivir demasiado deprisa es una forma de no vivir lo que se está viviendo...Voy a pegar en el frigorífico tu escrito para recordarlo todos los días antes de empezar a correr....Muchas gracias
ResponderEliminarQue bonito es lo que has escrito,me ha emocionado un montón el leerlo.Al final vivir demasiado deprisa es una forma de no vivir lo que se está viviendo...Voy a pegar en el frigorífico tu escrito para recordarlo todos los días antes de empezar a correr....Muchas gracias
ResponderEliminarMe recordó que mi pequeña ya no dice que no le gustan los helados porque se le enfría la luenga!ja ja ja me encantaba escuchar como pronunciaba esa frase, y ya nunca la escucharé, sólo en mi recuerdo
ResponderEliminarEs precioso, y tan cierto... Vivimos en un mundo en el que la tele y las redes sociales nos dicen como deberían ser nuestras vidas, y lo único que nos están tratando de vender son "cosas" y no "momentos". Estoy de acuerdo en que la infancia debería ser sagrada, y que los padres debemos participar activamente en ella.
ResponderEliminarUn saludo
https://nadiemelodijoblog.wordpress.com/
Una excelente reflexión. Aunque desgraciadamente son demasiadas las veces que no "podemos" esperar. Aunque hay otras en las que "SI DEBEMOS" aprender a saborear más el camino no sólo la meta. Me encanta este post
ResponderEliminarMerci beaucoup pour ce rappel salutaire et joyeux :)
ResponderEliminarL'instant présent est le seul qui existe vraiment ... qui sait si demain sera ? Merciii